Para cualquier grupo de jóvenes que piensan que una súper producción “hollywoodense” se realiza en un máximo de una semana, con una inversión de un par de Santa Rositas, esta tarea no era mayor aventura. Se tenía que crear un corto en dos días, con la presencia de Jorge Basadre como monto juntado, en una paradisíaca atmósfera, Punta Negra.
Luego de 25 minutos de espera en el sótano de los talleres y de una carrera maratónica hacia Freddy, realizada por el camarógrafo, los permisos fueron firmados, pasaje en el bolsillo y maleta en mano. Dos horas después, se llegó al escenario que sería testigo de una creación digna competidora de las mejores realizaciones de Iguana Producciones o videos clips de Susy Diaz.
Primera escena, la protagonista durmiendo junto a su amado fantasma, luego de dos horas de laceado, maquillaje y de vestimenta sensual, porque mientras más atractivo el producto mejor se vende. Todo listo, tres, dos, uno, ¡ACCIÓN!. No se escucha el dialogo, exclama el preparado camarógrafo. La gente preocupada, el script sale en busca de una gaseosa para bajar los nervios y aplacar la sed, la compra con dinero de su bolsillo porque el monto ya se había reducido en los pasajes. Con expresión de sorpresa, y luego de 12 minutos invertidos en la investigación, el grupo se da cuenta que faltaba poner los audífonos, todo gracias a la señora de limpieza que pregunta si podía barrerlos dado que se encontraban camuflados en el suelo como una basura más.
Sin comida no trabajamos, se logró escuchar un grito desde el otro extremo de la casa. Eran los actores que habían decidido entrar en huelga hasta que alguien no se dignara a cocinarles algo, y es que ni una galleta se les había dado. La productora decide ir a la tienda y pedirles una docena de margaritas, eran las más baratas del local, a dos semanas de vencerse. Luego de comer como animales en quiebra, deciden descansar la barriga con un juego de Play Station, donde se perdió una hora y media del día. Se estaba una hora y media atrasado, la tarde se acercaba y el camarógrafo paso a ser parte del vicioso juego.
Era momento de realizar las tomas del recuerdo, para las cuales se había decidido como locación la playa. Todos los del equipo de producción se encontraban enfundados en grandes poleras menos los actores, tenían que grabar sin zapatos en una arena muy fría ocasionada por las fuertes olas y en mangas cortas, se suponía que era verano.
Tomas tras toma, la script anotaba, la actriz se reía por algún gesto de su compañero, no se avanzaba y el carácter de todos cambiaba. De un momento a otro ya nadie era amable, los gritos venían de todos lados, los pescadores, únicos transeúntes de la locación, querían formar parte de la realización.
Los pies de los protagonistas quedaron congelados a un punto polar luego de sumergirlos en el mar, es que todo era parte del guión. Sólo faltaba un beso, uno que dure tres segundos para regresar a la cálida casa. Pero no, ella no podía juntar sus labios con el carnoso par de su vecino. Ya apúrate que no tenemos tiempo, grita mal humorado quien hace media hora era amigo de todos, el camarógrafo. Obtuvo como respuesta un “no quiero” profundo y una llenada de arena al lente de la cámara, aquella que según las autoridades de la universidad cuesta millones, y que si se llega a malograr, los alumnos tendrían que realizar tantas polladas como años de vida. Inmediatamente la productora lleva sus manos a la cabeza como símbolo de exaltación, arena más lente, rayada segura. La directora, llena de nervios, empieza a sacar la suma de la cuenta a pagar y la actriz pierde la amistad del camarógrafo.
Luego de soplar y soplar, las personas consiguen que no quede rastro del acto anterior y la grabación continua. El trabajo debía ser terminado esa misma noche para enrumbar a la Lima la mañana siguiente, presupuesto para otro desayuno ya no había.
Se posiciona la cámara en la sala, la siguiente escena era una que debió de haber tomado unos diez minutos, sin embargo, fueron dos horas y media intensas. La primera toma eran los protagonistas con una actriz invitada, sólo se tenía que abrir la puerta y pronunciar tres líneas. Toma uno, toma dos…toma 23. Se paraliza la grabación, la productora había caído enferma víctima del aire de la playa, se retira a dormir mientras que el resto del equipo sigue parado cual ejército ferviente, obligados por la directora.
Siguiente toma, encender la chimenea, una que nunca prendió y en donde una caja de fósforos fueron incinerados. Pero sólo tienes que tirar el fósforo a la leña con cera y nada más, gritaba la script apuntando el número de toma. Una caja entera se perdió en el intento de realizar un encendido real, solución, fingirlo.
La actriz ya no soportaba el taco 9 con el que tenía que caminar para superar su metro sesenta y el camarógrafo ya no soportaba a la actriz.
Quedaba la última toma, la cena. Para ello se contaba con 10 minutos de batería. La productora se levanta luego de dormir más de dos horas y haber roto sus lentes al pisarlos en la oscuridad. Ayuda a revisar los últimos detalles y se da inicio a lo último de la noche. La actriz se lució en una escena merecedora de un Oscar, realizando sus diálogos y las acciones en una sola toma, luego del ¡CORTE!, la cámara pasó a mejor vida, se quedó sin baterías, y el equipo de realización, también.
Eran las 12:30 de la tarde del día siguiente cuando las personas recién empezaron a levantarse, nadie exigió desayuno, sabían de las condiciones económicas en las que se encontraban. Media hora después, el micro que los conducía a Lima se había convertido en el mejor colchón de los integrantes del grupo, y la carretera de regreso a casa, su mejor amiga.